Redacción sobre mis sueños
Hoy os traigo otra entrada muy especial. Es un texto que escribí en el 2010, cuando estaba en cuarto de ESO. La profesora de Lengua había mandado como trabajo optativo escribir una redacción sobre un sueño que recordásemos especialmente. Y a mí, que en el instituto apenas tenía tiempo para mantenerme viva, me gustó la idea y me puse a ello. Mi sueño más recurrente es el de volar, y decidí hacer un recopilatorio de todas las veces que soñé que lo hacía. Por desgracia, al leer la redacción (que gracias a Dios la leyó la profesora porque era una buena persona), todo el mundo entendió que se trataba de un mismo sueño muy largo. Pero esto no fue lo más llamativo: mis compañeras (la mayoría éramos chicas en ese curso), me miraron como si nunca antes lo hubiesen hecho, como si fuese la primera vez que se diesen cuenta de que yo existía y era un ser humano con sentimientos. Después hablaron conmigo. Algunas con admiración y otras con reproche porque decían que las dejaba quedar mal. Yo estaba y estoy asombrada. No obstante, lo que ellas no sabían es que nada alegra tanto la vida a una escritora como el hecho de que sus palabras causen una reacción, sea esta la que sea...
El soñador (1835) Caspar David Friedrich |
MIS SUEÑOS DE VOLAR
Estos son los sueños que mejor recuerdo. Se repiten desde que era pequeña, pero nunca son iguales, siempre cambian en algo. Voy a relatar sus transformaciones, aunque probablemente me olvide de alguna. Desde que era una niña hasta ahora, a los dieciséis años.
Vuelo, vuelo por todas partes, pero nunca de la misma forma.
Cuando era una niña mi forma de volar era flotando. Floto, floto con facilidad y sin ningún esfuerzo. Me elevo enseguida y me desplazo por el aire torciendo un poco el cuerpo a la hora de girar, de descender... Vivo mil aventuras gracias a mi poder y siempre lejos de casa.
Una vez recuerdo que flotaba sobre el colegio, por el patio, y todos contemplaban mi vuelo boquiabiertos y con envidia. Al final me alejo de allí sonriendo.
Otra vez me seguía flotando como yo una persona a la que yo tenía cariño por entonces, una amiga, creo. También nos acompañaba volando un pájaro gigante parlante. Eso se debía a que me encantan los animales y de pequeña solía imaginar que podían hablar. El caso es que los tres sobrevolábamos bosques, valles y ríos principalmente. Por desgracia recuerdo que mi abuela me despertó y yo aún no había terminado aquel maravilloso sueño, con lo cual me enfadé muchísimo.
Después, cuando yo era algo mayor, mi sueño cambió. Estos nuevos sueños de volar los rememoro sin problemas, pues no los tuve hace tantos años y fueron muchos. En ellos ya no floto. Volar me cuesta demasiado, así que practico cada día al quedarme sola en casa, pues en la mayoría de estos sueños creo que mi poder es ahora un secreto. Por lo tanto, ya no recorro el mundo desde las alturas. Salgo al jardín y trato de volar por todo el exterior de la casa. Es muy difícil. Agito con fuerza los brazos, sin hacerlo deprisa, pero con intensidad y concentrándome todo lo que puedo.
Algunas veces, en determinados sueños, me cuesta más que en otros elevarme. En esos casos solo consigo una altura mínima, hasta las ventanas del piso en el que vivo con mis padres, el primero. En el segundo están mis abuelos. La altura máxima es hasta el tejado de la casa, pero es peligroso porque mi vuelo falla por lo agotador que es y corro el riesgo de caer de repente. Me siento insegura y el sueño se transforma en pesadilla. Se hace de noche y unos perros enormes corren hacia mí. Me ladran y enseñan los colmillos. Son muchos y muy rápidos. Entonces debo volar velozmente hasta un lugar elevado para salvarme, y me encuentro asustada, nerviosa y desesperada.
Otras veces me siento mucho más segura y bato los brazos sin esfuerzo. Es casi como volver a flotar, porque aunque muevo los brazos, no me canso. Me elevo sin problemas y consigo volar sobre todas las fincas que rodean mi casa y sobre el bosquecito que hay al cruzar la vía del tren, que en mi sueño es inmenso.
Por último voy a contar el sueño que cierra esto. El último sueño de volar que tuve, y fue muy reciente y especial. Vuelvo a soñar que uso mi poder fuera de casa, en tierras desconocidas. Como volar me cuesta tanto al tener que agitar los brazos, uso un objeto que me facilita las cosas: una escoba mágica. Sigo, al principio, en mi casa, pero soy como una bruja o hechicera. No sé conjuros, pero mis amigos, que también son hechiceros, no vuelan en escoba tan rápido como yo. La mía es la mejor, y mis movimientos y técnicas sobre ella hacen que sea aún más veloz y la más extraordinaria volando. Me paso el día practicando. Pero, por desgracia, creo que acabo haciendo algo prohibido, como huir de casa, y los jefes hechiceros les piden a unos chicos que me capturen. Entonces tiene lugar una agotadora persecución en la ciudad y durante la noche. Esos chicos y chicas vuelan en sus escobas y yo en la mía, huyendo y dejándolos atrás a todos. Tengo mucho miedo a que me alcancen, pero algo en mi interior me dice que yo soy mejor que ellos y más veloz. Volamos por toda la ciudad. Yo pego mi cuerpo al palo de la escoba con decisión y también junto los pies con fuerza a cada lado del palo hasta ser tan rápida como una bala. Al fin dejo atrás al único chico que todavía quedaba persiguiéndome y me alejo de allí veloz como el rayo.
Tras recorrer varios lugares llego a un bosque donde brilla con fuerza la luz del sol. Allí se encuentran los árboles más grandes del mundo, ¡y me hablan! Yo vuelo entre ellos mientras me proponen buscar el máximo de altura con mi escoba. Así pues tomo la decisión de pasar de la altura del árbol más alto ahora que soy tan diestra volando. Es, para mí, como una prueba para marcharme en busca de aventuras, de modo que lo intento. Al principio siento un poco de mi miedo a caer, el vértigo que siempre me avisa de que volar es peligroso, pero la emoción e ilusión que siento por lograrlo me empujan a seguir. Comienzo a elevarme lentamente con una sonrisa en la cara. Pronto paso de la altura normal que alcanzan los hechiceros como yo. Y así me doy cuenta de que ya falta muy poco, un último esfuerzo y... No logro elevarme más. Se me para la escoba y la sonrisa del rostro. Entonces, desconcertada, aparto la mirada de la copa del árbol más grande, que solo logré igualar en altura, y miro al frente. El valle más hermoso del mundo, con el sol del amanecer en el horizonte y con algunas nubes cubriéndolo, se extiende bajo mis pies. La luz es inmensa, pero no cegadora. Es casi mágico.
Así que me lanzo a volar sobre el valle espectacular, desconocido y maravilloso. No me lo pienso dos veces, y ya no necesito una escoba ni nada para volar sin esfuerzo.
12/04/2010
Precioso Aida
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta :)
Eliminar