Los libros que más odio en el mundo

Libros obligatorios. Dos palabras que no deberían ir en la misma frase. Como tampoco deberían existir películas obligatorias ni ninguna otra clase de arte introducido por la fuerza. En realidad, cualquier término precedido a este adjetivo se convierte inmediatamente en algo desagradable. Al menos a título personal. No sé si esto se debe a las malas experiencias con las tareas de la educación primaria y secundaria, pero el caso es que hoy he venido a desquitarme con otro de los aspectos del sistema educativo con el que no estoy nada de acuerdo. Y no pienso dejarme ninguna de mis opiniones en el tintero por muy duras que resulten. De hecho estaré dispuesta a leer las vuestras en los comentarios, que seguro que tenéis bastantes.

CLÁSICOS

Joven leyendo a la luz de una lámpara (1814) Georg Friedrich Kersting

Empezamos con fuerza. Con una confesión, ni más ni menos: yo nunca he hablado ni escrito en lengua gallega, sólo cuando me han obligado. Dichosa palabra. Con esto quiero decir que no me importa que la gente la hable, me importa que me obliguen a hablarla. Y es debido a la imposición de este idioma en el sistema educativo que lo asocio con el sufrimiento vivido entonces, y por eso no puedo evitar despreciarlo. Pero dejando a un lado mis circunstancias, mi opinión es que aquellos que no han tenido una educación bilingüe no saben la suerte que tienen. Yo leía dos libros por trimestre, uno en castellano y otro en gallego, con lo cual, ambos debían ser bastante pequeños y en la mayoría de los casos, intranscendentes. En cambio, un estudiante monolingüe puede leer grandes clásicos de su correspondiente literatura sin preocuparse por la extensión. Eso sería lo lógico. No obstante, yo también tuve libros gordos, además de adaptaciones en inglés para aprender a pronunciar, clásicos en la asignatura de Literatura Universal, Las Troyanas en la de Griego, y La voz dormida en Historia como novela que subía la puntuación final. Y todo esto aparte de deberes, exámenes y trabajos. Así que, ¿quién soy yo para hablar de lógica?

Por suerte fue en clase de Lengua que descubrí a mi adorado Gustavo Adolfo Bécquer con sus Leyendas, empezando por El monte de las ánimas, que la leí antes de irme a dormir y me dejó aterrorizada. También disfruté La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, y La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Pero eso fue todo, porque tanto en el colegio como en el instituto me hicieron leer una adaptación de El Lazarillo de Tormes, que me sé prácticamente de memoria. Es un libro que a mi entender se le da más atención de la que se merece. Otro tanto de lo mismo sucede con La Celestina, que me agradó mucho más, aunque algunos niños también la empiezan a estudiar desde pequeños. ¿Y cuál es la consecuencia de esto? Pues que al final sólo me mandasen leer la mitad de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, y el resto se quedó como asignatura pendiente.

En Gallego descubrí clásicos tan interesantes como Memorias dun neno labrego, de Xosé Neira Vilas; Os vellos non deben de namorarse, y Cousas, ambos de Castelao. El segundo de estos me lo leí en dos noches, y al tratarse de relatos abstractos lo olvidé enseguida, suspendiendo el examen. Pero si hay uno que merece una mención especial es Merlín e familia, de Álvaro Cunqueiro. Un autor cuya imaginación está a la altura del gran Terry Pratchett, ya que los dos reinventan la fantasía en clave de humor, sólo que Cunqueiro recurre a la más nacional. De hecho, su libro está escrito en el dialecto de donde nació, dificultándome mucho su completo entendimiento.

INMIGRACIÓN

 
Hasta aquí los elogios. Una de las características del arte es la de luchar una y otra vez contra las mismas injusticias. Esto no deja de ser encomiable, a la vez que exasperante cuando llevas consumidas varias historias con la misma temática. Y cuando nadie a tu alrededor se interesa por las injusticias que te atañen a ti. En mi etapa de instituto me tocó la inmigración, un tema que no podía estar más alejado de mi realidad e importarme menos. Los sueños de Nassima fue el primer libro obligatorio de Lengua, y suerte que era pequeño, porque me bastó con la prolongada presentación que hizo de él la profesora para saber que no me interesaba lo más mínimo. Había cero empatía por mi parte con la protagonista, y sólo disfruté de los datos de su país y de los momentos de ensoñación. De Mi vida en el paraíso no tengo ningún recuerdo. Debí de leerlo lo más rápido posible porque ya me esperaba que no contaría nada nuevo, sobre todo con un personaje que ha vivido un infierno en su país y que se cree que el resto del mundo es una utopía.

En Gallego también hubo uno sobre inmigración, Irmán do vento, el cual traté de coger con ganas porque se trataba del segundo que leía de un profesor que me dio clase, y fue el segundo que me decepcionó. Yo no dudo de que este señor sepa escribir, pero el sistema educativo desconoce que cada alumno tiene gustos y personalidades distintas, y que no hace nada positivo imponiendo lecturas políticamente correctas. En mi caso no creo que vaya a coger un tanque y arrasar un país por no leer estos libros, más bien por lo contrario.

ADOLESCENCIA


Existe una clase de escritores que se dedican a hablar de un tema del que no tienen la menor idea. No obstante, resulta muy fácil vendérselo a los miembros de un sistema educativo con el mismo nivel de conocimiento. Me refiero, por supuesto, a la adolescencia, algo que nadie vive de la misma forma y que si es la mitad de horrible que la que yo viví, un librito de autoayuda de poco te va a servir. No recuerdo mucho El anticlub, sólo sé que me entraban arcadas nada más abrirlo. La portada tampoco ayudaba, y los personajes con problemas que pretendían ser normales, lo mismo que su forma de afrontarlos, hicieron que el ponerse a leerlo se convirtiera en un auténtico suplicio. Lo odiaba a muerte y sólo quería terminarlo. Seguro que muchos conocéis esta sensación. El curso en que me enamoré de ti iba de unos adolescentes cuyo único problema en la vida era hacer que un estudiante procedente de un centro de acogida se sintiese a gusto. ¿Quién tiene tiempo para algo así? Pero lo mejor fue el día en que la escritora vino a dar una charla, pues se trataba de una mujer con un carácter tan liberal y revolucionario que incomodó a todos los profesores y alumnos dóciles de la sala.

En lengua gallega, que no en literatura, pues los libros que voy a citar son traducciones, ocurría lo mismo. Trece anos de Branca deben de haberlo leído todos los adolescentes españoles, y como no puedo obviar las ridículas pretensiones de ensalzar una etapa que nada tiene de maravillosa, especialmente por el mundo en el que nos ha tocado vivir, diré que se trata de una farsa. Aparte de la hepatitis que la obliga a guardar cama, el problema de la protagonista con su vida perfecta es que se le notaban mucho los pechos. Suerte que tiene, a la mayoría se nos notaba más la barriga de estar siempre sentados. O último traballo do señor Luna está protagonizado por un adolescente superdotado con el que hay que empatizar, ya que sus compañeros lo rechazaban por sacar sobresaliente, y aunque a nosotros nos rechazasen además de suspender. La intriga no estaba mal, exceptuando la falta de realismo en determinadas situaciones extremas.

INCLASIFICABLES


Estos libros no poseen un tema en común, salvo que todos están escritos en gallego. Cando petan na porta pola noite me provocó mi segundo casi desmayo. Digo "casi" porque yo nunca he llegado a perder el conocimiento, pero sí que he experimentado la oscuridad cerniéndose sobre mi campo visual, por lo que he estado muy cerca. La primera vez ocurrió cuando tenía doce años y volvía del recreo. Estaba de pie pintando un mural con una tiza amarilla y empecé a sudar frío y a perder las fuerzas. La segunda y tercera vez fueron por culpa de un libro truculento como el ya mencionado, lo que me llevó a darme cuenta de lo fácil que es apartar la vista de una película en comparación con un texto que se va metiendo en tu cabeza mientras tu imaginación rellena los huecos. Para colmo, esto me sucedió durante una lectura en clase, y el malestar se juntó con el pánico de que me mandaran seguir, ya que no tenía ni idea de por dónde iban los demás al ser incapaz de enfocar la mirada. Estanislao, príncipe de Sofrovia fue el primero que leí del profesor que me dio clase, y aunque la premisa parecía original, no tardé en descubrir que su sentido del humor no era compatible con el mío. Así que en lugar de risas y diversión experimenté una profunda ira y repulsión. Y hablando de originalidad, he de decir que Peaxes pretende serlo, pero no lo consigue al partir de una idea de lo más mundana. Por suerte en esta asignatura a veces nos dejaban elegir entre una lista de libros, y yo siempre buscaba los más pequeños cuando los había. Este lo era, y lo terminé para aprobar el examen, como todo el mundo. En vías de extinción fue el último obligatorio por repetir segundo de bachillerato, y representa la injusticia contra la que se lucha actualmente. De hecho, es una curiosa mezcla de varias, ya que su protagonista es una lesbiana feminista que habla gallego.

POLICÍACO


Por muy malos que fueran los libros que acabo de citar, al menos destacaban por algo que les falta a los de Lengua: variedad. A mí que alguien me explique por qué los que dirigían este departamento decidieron que el género policíaco era el favorito de todos los alumnos. Si hicieron una encuesta está claro que yo me la perdí, porque os juro que no hay una literatura que odie más que esta, y la culpa la tienen ellos. Pupila de águila fue el primero, y ojalá hubiese sido el último, u ojalá alguien me hubiese dicho que a partir de entonces habría uno cada año. No recuerdo gran cosa del misterio, sólo sé que había un romance entre los dos protagonistas, y aquí vuelve a sucederme lo mismo que con El curso en que me enamoré de ti: soy incapaz de creerme la premisa de que existan los adolescentes con tiempo para hacer algo que no sea estudiar. Y si existen y tienen otros problemas, a mí no me importan. La tuneladora fue el segundo, y aunque al principio no me desagradó y hasta llegué a pensar que estaba enganchada al caso, este se convirtió en una sucesión de momentos terroríficos a la altura de una de las películas que más miedo me han dado en la vida: La cosa. Llamadme loca, pero después de haberos explicado cuánto me afectan las palabras, creo que podéis entender mi deseo de dejarlo. Donde surgen las sombras fue el tercero, y al igual que el que acabo de mencionar, empezó intrigándome mucho hasta que me resultó de lo más aburrido. Tanto que ni me acuerdo de él. Supongo que debo alegrarme de que no me traumatizara como sí lo hizo el siguiente. Y así llegamos al libro que más odio en el mundo: Plenilunio. Si las palabras te afectan como a mí, esta no es tu novela, aunque si la lees y no te afecta, es que tienes un problema. No pongo en duda que este escritor maneja el lenguaje como nadie que yo recuerde, pero no lo emplea para hacer poesía precisamente. Aquí se describen violaciones y agresiones con todo lujo de detalles. De hecho, Muñoz Molina es tan hábil que consigue que la descripción de algo tan corriente como ir a comprar pescado te haga vomitar. Realmente no cuenta ninguna historia y sé que no me perdí nada por no terminarlo, y más cuando la causa fue que coincidió con un curso que al principio tampoco conseguí acabar: segundo de bachillerato. Si he de resumir en una frase esta experiencia de lectura, diré que fue mi primera violación literaria. El texto penetra por la fuerza con sus potentes palabras en tu cerebro desde la primera a la última página. Y tú te dejas porque se trata de un libro obligatorio.

OBLIGATORIOS QUE NO LO FUERON TANTO


Yo aquí he venido a quejarme. Sin embargo, hay una serie de libros que si de repente no tuviera nada mejor que leer y estuviese desesperada, tal vez, sólo tal vez, cogería voluntariamente. La casa de verano es el único en castellano. Aquí sí empaticé con los tristes recuerdos del protagonista, y creo que llegué incluso a emocionarme. O pazo baleiro fue una alternativa de lectura a El príncipe de la niebla, cuya traducción al gallego estaba descatalogada. Así nacen as baleas también me pareció muy tierno y emotivo. Agosto do 36, a pesar de su dureza, no me desagradó. Me mantuvo en vilo durante todo el relato gracias a su atmósfera de tensión y a la incertidumbre que viven sus personajes. Que me queres, amor? es un conjunto de escenas cotidianas donde destaca la belleza de los pequeños detalles. A expedición do Pacífico fue el primer libro obligatorio de Gallego, y por suerte está escrito por una autora que conocí en mi infancia y que nada de lo que leí de ella me decepcionó. Tanto es así, que poco después me topé con A compañía clandestina de contrapublicidade, del género policíaco, y me encantó. Cordelúa fue el único de fantasía, y se trata de una traducción al gallego. Si una parte de él no estuviera centrada en unos adolescentes, lo consideraría mi favorito. No obstante, este puesto se lo lleva Resistencia, una novela ambientada durante la dictadura en Portugal y cuya historia está claramente conducida por el amor. Todavía no he olvidado la frase en la que se describe el miedo que la pérdida de ese amor le provoca a uno de los enamorados. Y si esto no es suficiente para demostraros que me gustó, os contaré que era un libro tan gordo que no me dio tiempo a terminarlo para el examen, pero seguí leyéndolo después por voluntad propia.

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