La primera obsesión de mi vida: Digimon Adventure

Hoy quisiera hablaros de otra serie. Una serie que se convirtió ni más ni menos que en la primera obsesión de mi vida, y de la que, debo confesar, me he avergonzado bastante. Por eso me gustaría enfocar esta entrada en el significado que tuvo para mí en vez de hablaros simplemente de ella, al igual que en Carta de amor a Westworld. No obstante, aquí os dejo la sinopsis:

"La historia se centra en siete niños de Japón, que son transportados al mundo Digital después de encontrar unos dispositivos y ser arrastrados por una gran ola, llegando así a la Isla File. Allí encuentran a sus compañeros Digimon, y con su ayuda aprenderán a sobrevivir pese a las adversidades de estar en un mundo desconocido. Conforme avanza la serie, descubren que son los Niños Elegidos. A mitad de esta se integra el octavo Niño Elegido con su Digimon. Los ocho niños tendrán que luchar contra las fuerzas de la oscuridad que quieren apoderarse del mundo Digital y del mundo real".

VERANO 2000


Resulta casi imposible ubicar en el tiempo este acontecimiento, pero la Wikipedia me informa de que Digimon fue repuesta en numerosas ocasiones a través de La 2 de TVE entre los años 2000 y 2006, los cuales se corresponden con mis seis y doce años, o lo que es lo mismo, con mi etapa escolar. Tampoco sé decir cuántas veces vi la serie, aunque estoy segura de que no siempre la vi entera, y las reposiciones me ayudaron a poder completarla gracias a que los capítulos se emitían en orden, cosa que ya no ocurre en las emisiones de la televisión pública hoy en día, incluso con aquellas series que no tienen capítulos conclusivos.

El caso es que puedo intentar acertar diciendo que corría el año 2000 cuando yo me encontraba en las vacaciones de verano, cuyas mañanas pasaba en el piso de arriba de mi casa, donde vivían mis abuelos, y me entretenía con lo que podía hasta que uno de los numerosos relojes daba la una, hora en la que comenzaban los dibujos animados en la tele. Y un día, apareció Digimon. Los que no la hayáis visto basta con que miréis los créditos de inicio para comprender lo que supone para un niño. Con esto no quiero menospreciar otras series de mi infancia, las cuales considero obras maestras, pero Digimon era todo color y efectos especiales elaborados con el objetivo de hipnotizar a los más pequeños. Y si encima a estos les entusiasman los animales y las criaturas no humanas como a mí, la fiesta está asegurada.

También debo señalar que mis padres no soportaban que yo viese Digimon. Al principio no sabían nada de ella porque la veía cuando aún no habían vuelto del trabajo, pero al finalizar el verano muchas veces la serie no había terminado y tenía que pedirle a mi madre que me la grabase para poder verla por las tardes. Y entonces sí que estaban ellos en casa. Me hicieron sentir tan culpable, sobre todo mi padre, que recuerdo renunciar a ver el final por no seguir oyendo sus comentarios al respecto. Jamás le dieron una oportunidad. Era una serie tonta y violenta. Y ahora que por fin me he atrevido a volver a verla este verano, sintiéndome un poco como una delincuente, puedo decir que esa estupidez es como la de una serie infantil cualquiera, y esa violencia no es más que una metáfora que de niña yo no podía entender, y se ve que ellos tampoco. Sin entrar en más detalles, diré que me dejaron muy claro que Digimon era una basura con todas las letras, y a mí no me quedó otro remedio que creérmelo. Lo aceptaba igual que un fumador acepta que fumar mata aunque no pueda dejarlo. Yo no podía. Y ahí es cuando comenzó mi primera obsesión, o al menos la primera que yo recuerdo. No sólo veía la serie cuando la echaban, también pedía que me compraran cosas relacionadas con ella y, lo más importante, la dibujaba. Al igual que hago ahora cuando escribo fanfictions, antes me pasaba todo mi tiempo libre haciendo dibujos o cuentos sobre mis personajes favoritos, como un intento desesperado por volverlos más reales, más cercanos. Y parte de la culpa la tiene esta criatura:

GABUMON


"Y además, ¿qué se supone que voy a hacer yo si tú no estás? He pasado mucho, muchísimo tiempo esperando a que llegaras al mundo Digimon, Matt".

Algunos ya me conocéis, y otros lo habréis descubierto por el contenido de mis entradas, pero por si todavía hay alguien que no lo sepa, me gustaría dejarlo claro desde este momento: una historia sólo me obsesiona de verdad si siento interés por alguno de sus personajes. Llamadlo interés, llamadlo obsesión, o... amor, quizás. Yo estaba enamorada de Gabumon. Y aquí también debo aclarar que no me gusta el concepto "demasiado joven para enamorarse". Cuando a mí me gustaba algo de pequeña, lo amaba. Daba exactamente igual de qué se tratara. Y me sigue pasando a día de hoy. Me gusta mucho algo, y perderlo me aterroriza más que ninguna otra cosa en el mundo. Si esto no es amor, no sé qué puede ser.

Gabumon casi fue un amigo imaginario en mi infancia. Acudía a él cuando estaba triste, y la carta que veis un poco más arriba la llegué a poner en un portafotos. La criatura me gustó desde la primera vez que la vi, posiblemente en los créditos de inicio, antes siquiera de que hablara. Tiene algo, no sé el qué, y puede que no lo sepa nunca, que me atrae. Lo más seguro es que se trate de la perfecta combinación de los colores: el amarillo con el azul, o de lo raro que es ver un dinosaurio con una piel peluda encima. No lo sé. Recuerdo también que cuando apareció el octavo Niño Elegido con su Digimon, Gatomon, tuve una pequeña crisis. Mi animal favorito son los felinos y Gatomon era clavado a uno de ellos, pero Gabumon... era Gabumon. No lo traicioné, quizás por ese amor que sentía o porque de verdad tiene algo en su diseño que me encanta y que no sé explicar. Casualmente es el más adorable, y me gusta pensar que la famosa escena de Matt deprimido y Gabumon animándole era un mensaje para mi yo del futuro, puesto que cuando la vi aún no podía comprender esos sentimientos. El caso es que soñaba con la idea de que él apareciese un día, o de que yo, como un Niño Elegido de la historia, fuese transportada al mundo Digimon. Cómo olvidar un libro de actividades con una página que decía: "¿Quieres viajar al mundo Digimon?". Yo entonces cerré los ojos con fuerza y dije: "Sí, por favor". Y acabé dibujándome con mis personajes favoritos, tal como indicaba el ejercicio. Este mundo en la serie no se mostraba como un lugar feliz y tranquilo, tal como podía parecerle a alguien que no la haya visto, y a mí me hubiera gustado que lo fuera, me hubiera gustado que no hubiese niños que sufriesen y se quejasen todo el tiempo. Sólo Digimons viviendo en armonía. Y así me hubiera cargado de un plumazo la característica distintiva de este anime. Pero qué se le va a hacer, yo era pequeña, y ya entonces soñaba con escaparme a un lugar mejor. En este caso, al mundo Digimon.

CARTAS, JUGUETES Y PELUCHES 

En el papel de la derecha, que vino con uno de los juguetes, estaban todos los Digimons de la serie, y como entonces yo no tenía internet para poder buscarlos, me parecía el papel más valioso del mundo.

Como no era mi intención ponerme tan emotiva, voy a aligerar el tono contando algunas anécdotas que ahora pueden pareceros graciosas, pero que en su día os aseguro que no lo fueron. Digamos que las personas encargadas de distribuir los productos de una marca, en este caso Digimon, son algunos de los seres más retorcidos del universo. Eso, o es que yo tenía muy mala suerte. 

Descubrí la franquicia Pokémon únicamente a través de unos tazos que venían en las bolsas de Cheetos, y que no me decían nada más allá de que también eran unas criaturas bonitas. Pero los objetos derivados de Digimon eran otro cantar, como ya os habréis imaginado. En vez de tazos yo tenía cartas. Unas cartas que aún guardo a día de hoy en muy buenas condiciones porque siempre cuidé mis cosas exageradamente bien. Dichas cartas venían en unos sobres que eran, según mi madre, ridículamente caros, y la verdad es que no recuerdo cuántas cartas traía cada sobre. Lo que sí recuerdo es que nunca completé la colección. Y he aquí el porqué:

Era un sábado por la mañana en la que mi padre estaba trabajando y mi madre y yo solíamos pasar la mañana juntas en el supermercado o de compras. Pero ese sábado mi madre estaba muy estresada y tenía que ir a la oficina, así que me dijo que me llevaría con ella y que si me portaba bien me compraría cuatro paquetes de cartas. Cuatro. Eso era un hito. Era un sueño. La oportunidad de completar la colección. Me pasé la mañana fantaseando con ello, y al llegar a casa con mis cuatro paquetes, antes de comer, me dispuse a abrirlos. Primer paquete: todas repetidas. Bueno, no era la primera vez que me pasaba eso y me quedaban tres. Segundo paquete: todas repetidas. "Vaya", pensé. Tercer paquete: todas repetidas. "No puede ser". Cuarto paquete: todas repetidas... El resto del día me lo pasé llorando y no volví a comprar más cartas.  

Los juguetes de Digimon aparecieron un día en Carrefour, supermercado al que íbamos todos los viernes por la tarde. Eran figuras tipo Transformers con las que podías pasar de una digievolución a otra, pero sólo de nivel campeón a súper campeón, lo que significa que Gabumon no estaba, ni siquiera su digievolución, así que mi madre me compró a Greymon, el Digimon protagonista, cuya transformación era muy bonita de hacer porque tenía alas y me gustaba mucho jugar con él. No obstante, un tiempo después aparecieron en el supermercado más figuras, entre ellas la digievolución de Gabumon, y a mi madre no le quedó más remedio que comprármela. Y ahora, para contar lo que pasó después, debo decir que de la línea evolutiva de Gabumon sólo me gustaban él y su última digievolución, las cuales no estaban en la figura, y esta encima era muy difícil de transformar. Años más tarde, bastantes por lo que recuerdo, un compañero de clase llegó al colegio con la figura de Gabumon, lo cual me dejó alucinada, pero más me sorprendió ver que podía transformarla en la última digievolución delante de mis narices. ¿Cómo era posible? ¿De dónde había sacado eso? Realmente no sé si el niño era fan de la saga, pero lo que sí sabía era que no cuidaba sus cosas como yo, y verlo jugando con el juguete perfecto fue muy doloroso. Cosas que pasan.

Los peluches de Digimon aparecieron en la juguetería Juguettos, los cuales debían de ser más baratos que las figuras, y mi madre me compró varios, entre ellos, cómo no, el peluche de Gabumon, que era sin duda el más cutre de todos. Esto no dejaba de extrañarme, puesto que los demás tenían muchos detalles independientemente del material utilizado, mientras que a Gabumon le faltaban los otros dos brazos de la piel que llevaba encima, y esta ni siquiera parecía una cosa aparte de su cuerpo. Muchos años más tarde encontré en la habitación de mi prima el peluche de Gabumon más perfecto del mundo. No sólo presentaba todos los detalles, sino que la piel incluso se podía levantar un poco del cuerpo y tenía el tamaño de un oso de peluche. Era increíble. Y entonces sí que me enteré de que mi prima pequeña no conocía Digimon. De nuevo, cosas que pasan, pero que yo no quería saber que pasaban. Al final, el muñeco de Gabumon más realista que tuve fue el que vino con una pajita que no tardó en romperse, pudiendo así extraer la figura.


Por todas estas cosas debo agradecer la existencia de compañías como Amazon, con las que puedes buscar la existencia de un producto antes de comprar, y cuya búsqueda te puede llevar tanto tiempo que al final se te pasen las ganas de hacerlo. 

Comentarios

  1. Ayer leíamos esta entrada tan bonita y tan hecha con cariño, y son cosas como ésta la que nos hace pensar, siempre, que Digimon es una franquicia diferente, muy diferente a todas las demás. Estupendo blog, y de corazón gracias por compartir este recuerdo y este sentimiento con todos los digifans.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

¿Te ha gustado la entrada? ¡Me interesa saber tu opinión! Puedes comentar aunque no tengas una cuenta de Google haciendo click en la flechita del desplegable y eligiendo "Nombre/URL" o "Anónimo".