El romanticismo en el siglo XXI

"Veréis, fue una mujer tan cambiante, dura, e indómita como la mar. Él nunca dejó de quererla, y el dolor que padecía era demasiado intenso para seguir viviendo, pero no lo bastante para causarle la muerte".


Ya os he contado cómo me enamoré del género fantástico, dejándome en el tintero lo más importante, aquello que precisamente da nombre a este blog: cómo me convertí en una romántica. Pues estoy convencida de que la culpa de esto la tuvo la saga cinematográfica de Piratas del Caribe. He dicho saga cuando en realidad me gustaría referirme a la trilogía original del director Gore Verbinski, porque cometí el error de ver las dos siguientes entregas y no se las recomiendo a nadie. Las razones de este declive las tengo claras, y una de ellas es la ausencia del propio director, sin embargo, en esta entrada no me voy a limitar a hacer un análisis fílmico, puesto que resulta imposible para mí hablar de Piratas del Caribe y que no me inunden un sinfín de recuerdos. Sin ser mi actual película favorita y superando incluso a Titanic, esta es la más personal y sin duda la más importante de todas.

LA TRILOGÍA DEL DÓLAR

El colgante de Davy Jones, el objeto que más me fascinó de toda la saga, ya que la mayoría de estos cumplen un papel fundamental en la historia.

Piratas del Caribe es al género de piratas lo que La Trilogía del dólar fue al género del wéstern. Al menos, así es como yo lo veo. No soy una gran aficionada a las películas del Lejano Oeste, me faltan muchísimas por ver, y si algo tienen en común con las de corsarios es que pertenecen a un género marcadamente masculino que no siempre resulta de mi interés. No obstante, cuando vi El bueno, el feo y el malo, me entusiasmó. Cambió todo lo que pensaba acerca de ellas. A pesar de su larga duración y de su lentitud en algunas escenas, recuerdo que conseguí conectar con el personaje de Tuco, el más trabajado de la trilogía y el responsable de que esta entrega destaque por encima de las otras. La banda sonora también me pareció sublime, en especial el famoso tema El éxtasis del oro para la escena de Tuco corriendo entre las tumbas de un inmenso cementerio que se ha quedado marcado a fuego en mis retinas. El bueno, el feo y el malo fue el primer wéstern en el que pude experimentar de verdad el romanticismo. La fascinación por unos paisajes mayormente deshabitados donde parece que todos los hombres pueden ser libres.

Pero la relación entre estas dos sagas no se produce sólo a título personal. Hay muchos otros detalles que las conectan y de los que fui consciente con el paso del tiempo. Para empezar, no me cabe duda de que el director de Piratas del Caribe es un nostálgico. Sus dos intentos de resucitar el wéstern así lo demuestran. Uno fue a través de Rango, una película de animación, y el otro con El Llanero Solitario, la cual reúne a todo el equipo técnico de Piratas del Caribe. También considero La cura del bienestar, su última creación, como una buena versión moderna del mito de Drácula. Además, el productor Jerry Bruckheimer habló de la desaparición de los corsarios en el cine actual en el prólogo de Piratas del Caribe. En el fin del Mundo. La Guía Total. Así pues y sin ir más lejos, en El bueno, el feo y el malo tres hombres luchan por un tesoro al igual que en Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto, y el personaje de Jack Sparrow parece un poco inspirado en el de Tuco. Ambos son unos pícaros que se dedican a sobrevivir, y aunque Sparrow no comparte su pasado trágico, la escena en la que Tuco roba un revólver, dinero y hasta un sombrero en una armería me recuerda indudablemente a la actitud del famoso pirata. Asimismo la preciosa idea del colgante con caja de música del personaje de Davy Jones parece sacada del reloj de La muerte tenía un precio. Por no hablar de ese duelo verbal que llevan a cabo los dos bandos en un banco de arena antes de la batalla final, conducido por un tema musical en el que suenan guitarras eléctricas, muy del estilo del compositor Ennio Morricone para La Trilogía del dólar.

LA TRILOGÍA DE GORE VERBINSKI

El trío protagonista en su última aventura juntos.

Emplear las señas de unas aclamadas películas crepusculares no te garantiza el éxito, ni mucho menos. Lo que distingue a Piratas del Caribe del resto de propuestas es la mezcla que hace con el género preferido de quien esto escribe: el fantástico. Aprovechándose de los avances técnicos de la industria del cine, esta saga diseña unas criaturas que habría sido imposible mostrar en las cintas de corsarios de los años cincuenta. Dicha tecnología se hace más evidente a partir de la primera entrega, con unos efectos especiales que a día de hoy mantienen muy bien el tipo. La fantasía también hizo que se perdiera algo del realismo y de la fidelidad al género del inicio, cosa que a mí personalmente no me molesta, sino todo lo contrario. Es en la segunda parte, mi favorita por centrarse mucho en los personajes, que el romanticismo está más que presente a través de Davy Jones y Calypso, los auténticos enamorados de esta historia. Davy Jones me parece un villano ejemplar con el que sólo puedes empatizar, ya que ama a alguien que jamás va a corresponderle. Cómo olvidar la famosa frase: "Mi corazón siempre será tuyo". Es, para mí, el equivalente a esa mujer enamorada en vano de Jack Sparrow que se echa en falta en esta saga, pues digamos que el rostro perfecto y la extrema delgadez de la actriz Keira Knightley nunca me han parecido un buen ejemplo para las adolescentes, aparte de que la moralidad de su personaje resultaba un poco cargante. Su romance con Will sufre el mismo desenlace que el de Davy Jones y Calypso, y esto se muestra también a través de la música con At Wit's End, donde el tema de amor se entrelaza con el de Davy Jones. Ambos temas son mis preferidos de toda la trilogía. Aun así la tercera me resulta la más confusa con demasiadas tramas por cerrar.

Y hablando de Jack Sparrow, ese es sin duda el otro elemento que convirtió a Piratas del Caribe en una saga millonaria cuando al principio había sido planteada como una única aventura. La gente conectó con él sorprendentemente bien, encumbrando a un actor que hasta entonces había pasado desapercibido en la industria: Johnny Depp. Sin embargo, esta también es la otra razón de que la historia se hundiera a partir de la tercera película. Jack Sparrow es un recurso cómico, y por lo tanto es un personaje secundario. No es ninguna novedad que un secundario se alce por encima del protagonista, como puede ser el caso de un buen villano, pero esto jamás sería un motivo para redirigir el foco, lo cual provocaría un cambio de rol o, como en el caso de las dos siguientes entregas, un cambio de tono. Piratas del Caribe: En mareas misteriosas y Piratas del Caribe: La venganza de Salazar destacan porque la comedia se ha adueñado por completo de la historia, sobre todo en esta última, a pesar de que era ya una característica de la misma que yo disfrutaba siempre al reírme con el ingenio de ese par de guionistas. No obstante, el realismo y el drama que aportaban los personajes de Will Turner y Elizabeth Swann o Davy Jones y Calypso han desaparecido. El romanticismo como tal ha muerto, siendo sustituido por la autoparodia.

EL ROMANTICISMO 


"Vamos allá donde queremos, en eso consiste una embarcación, ya lo sabéis. Pero una nave no es sólo una quilla, un casco, una cubierta y unas velas. Lo que es una nave, lo que La Perla Negra representa es la libertad".

No he titulado así esta entrada por casualidad. Pude haberla llamado El romanticismo en mi adolescencia, pero al final he optado por algo más objetivo y menos personal. Titanic también es una película muy romántica, lo cual es sencillo tratándose de una historia de amor. Piratas del Caribe, en cambio, rescata un elemento olvidado en el cine e idealizado a través de la literatura del siglo XIX, exaltándolo al máximo. Tanto es así que al final de la tercera entrega hay un combate entre los piratas y la Compañía de las Indias Orientales, que bien podría traducirse por la libertad versus la opresión. No es necesario que explique que ningún bucanero real se uniría jamás a otro para luchar ni por ese valioso tesoro ni por ninguna otra cosa. El precio de esa supuesta libertad se pagaba muy caro, con un "sálvese quien pueda" constante. La idealización en esta saga se produce a través del personaje de Jack Sparrow, cuyas motivaciones concuerdan a la perfección con el estribillo del poema Canción del pirata de José de Espronceda, así como con los versos: "¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río; no me abandone la suerte". Tal vez las personas que se encontraban en la adolescencia cuando vieron estas películas sintieron ese romanticismo con mucha más fuerza, aunque es innegable su presencia en la mayoría de diálogos y escenas de este personaje.

MIÉRCOLES 16 DE AGOSTO DE 2006

Todos mis recortes de revistas de la saga Piratas del Caribe, incluyendo una de adolescentes que compré por ser un especial de la trilogía, y el libro más completo que pude encontrar en el supermercado.

Yo no fui al cine a ver Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra. Cuando se estrenó en el 2003 tenía nueve años y sé que no me habría gustado nada, por no decir que me habría asustado bastante. Una película de animación con la que comparte muchas de sus claves y algún que otro momento, que también se estrenó ese año, que me sé de memoria y que sí fui a ver es Simbad: La leyenda de los siete mares, la cual tiene aventuras, romance y una villana absolutamente maravillosa. Escenas como el diálogo final de los enamorados: "Yo te protegeré, no tengas miedo", están a la altura del mejor cine romántico. Es sin duda mi favorita del estudio DreamWorks. Volviendo a Piratas del Caribe, mis padres la alquilaron un día y les pareció graciosa y entretenida a pesar de ser una rareza dentro del género, así que me la pusieron a mí, aunque me resulta imposible precisar la fecha. Lo único que sé es que no me gustó. No me desagradó ni me dormí viéndola como sí me sucedió con algunos de los clásicos de este género, pero digamos que no me llamó la atención. Con el estreno de la segunda parte y la subsiguiente promoción tres años después, empecé a sentir verdadera curiosidad por la película que había despreciado y decidí darle otra oportunidad. De nuevo no sé cuánto tiempo pasó entre la primera y la segunda vez que la vi, sólo sé que entonces se obró la magia. Me enamoré. Aún no entendía muy bien por qué si a mí no me gustaban este tipo de historias, pero la verdadera razón la supe el día en que fui al cine a ver Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto.

JACK SPARROW


"Una palabra, cielo, curiosidad. Anheláis la libertad. Hacer lo que deseáis hacer porque es lo que queréis. Guiaros por un impulso egoísta. ¿Queréis comprobar cómo es? Y un día, no vais a poder resistiros". 

Como ya he dicho antes, Jack Sparrow es un mero recurso cómico, es casi un dibujo animado, es un personaje imposible. Por eso era mi ejemplo a seguir. La enorme responsabilidad y el inmenso terror que me provocaba empezar el instituto se vieron momentáneamente reducidos el día en que vi la segunda parte de Piratas del Caribe. Esta verbalizaba lo que yo más deseaba: una escapatoria, o al menos un posible cambio de actitud frente a la adversidad. Entonces aún no sabía de qué me había enamorado ni qué era el romanticismo, pero recuerdo que escribí en mi diario: "Estas películas me transmiten una gran despreocupación". Yo siempre estaba preocupada o asustada, y Jack Sparrow no, ni siquiera cuando tenía la soga al cuello. Esto me resultaba único y fascinante, así es que esta trilogía ostenta el récord de visionados voluntarios. Acudía a ella todos los veranos, me sabía de memoria muchas frases y cada uno de los gestos de este personaje, tratando en vano de absorber su actitud para poder emplearla en mi día a día. Oculté este fanatismo a mis amigas puesto que se burlaban de mi interés por Harry Potter, dejé que mis compañeros me destripasen gran parte de la tercera entrega, y me arriesgué a que ya no estuviera en cartel yendo a verla el diecinueve de junio al finalizar por fin las clases.

Jack Sparrow es un personaje que no sufre, que nunca se toma nada en serio y que siempre hace lo que quiere sin preocuparse por nadie. Es lo opuesto a mí. Es el menos realista de mis personajes favoritos, aunque hay otros similares que también me encantan como el undécimo doctor de la serie Doctor Who, o el agente especial Dale Cooper de la serie Twin Peaks. Y es gracias a estas carencias que puedes amarlos de la forma más pura y espiritual posible. Al final el deseo de convertirme en Jack Sparrow sólo era superado por el deseo de que este se presentara un día y me llevara lejos en su Perla Negra. Esto no es nada nuevo si tenemos en cuenta que a los seis años ya soñaba con viajar al mundo Digimon, o que a los siete fantaseaba con recibir mi carta de Hogwarts. Por eso mismo puedo afirmar que nunca en mi vida he deseado nada con tanta fuerza como cuando tenía doce años. Ni siquiera la publicación ni algo real y tangible. En los peores momentos de mi adolescencia yo le hablaba y hasta le rezaba como si de un dios se tratase, y le agradecía haber llegado a las vacaciones de verano sin haberme suicidado viendo sus películas y sintiendo que así me reunía con él. Por eso he dicho al principio que esta es la trilogía más personal e importante de todas. Porque sin ella sé que no estaría hoy aquí, y porque Jack me salvó, en todos los sentidos en que puede salvarse una persona.

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