Mi dios es Calígula
Yo, Aida Dopazo García, La dama de Shalott, y tal cual porque no pienso molestaros con todos mis títulos, no
soy la persona que me gustaría ser. Y con esto no me refiero a que desearía
convertirme en alguien mejor, sino todo lo contrario. Sé que muchos pensaréis
que he perdido la cabeza, y yo misma no lo descarto. La cuestión es que admiro
más al villano que al héroe en la mayoría de historias. El primer recuerdo que
tengo de este hecho es el personaje de Randall Boggs de la película Monstruos,
S.A., al cual conocí a través de una guía que se comercializó antes del
estreno y que no me cansé de leer miles de veces. En mi defensa diré que no
sabía que se trataba del malo hasta que vi la cinta, y mi amor era ya tan
grande que este descubrimiento me disgustó mucho. Me enfadé al ver cómo
fracasaba en sus objetivos y cómo era apaleado al final. Y esta situación se
repetiría en mi vida una y otra vez a partir de entonces. Pero yo no he venido
a hablar de Monstruos, S.A. ni del resto de películas con villanos memorables,
sino del que considero el mejor personaje del mundo entero: el Calígula
interpretado por John Hurt.
AGOSTO
2013
Yo,
Claudio es una miniserie
británica de 1976, que a su vez es una adaptación de la novela homónima y de su
secuela Claudio, el dios, y su esposa Mesalina de Robert Graves. Como
clásico de la televisión era conocida por mis padres, quienes decidieron volver
a verla a la hora de la comida, siendo así presenciada por mí. Por aquel
entonces yo tenía diecinueve años y me estaba sacando el carnet de conducir,
coincidiendo, si no me equivoco, con mis primeras prácticas, las cuales
empezaban a veces después de comer y tenía que irme casi sin terminar el
capítulo correspondiente. No obstante y siendo sincera, la serie me interesaba
más bien poco al principio. Recuerdo que me perdía con tantos personajes y
saltos temporales entre episodios, por no hablar de que mis conocimientos sobre
Roma se limitaban a lo que había chapado durante el instituto para olvidarlo
luego. Se lo comenté a mi madre una tarde que estábamos en la playa, y fue mi
padre el que dijo: "Tú espera a que salga Calígula".
El
comentario no podía ser más acertado. Da comienzo el capítulo siete, La
reina de los cielos, y un par de escenas después, con la primera aparición
del personaje interpretado por John Hurt, se produce el amor a primera vista.
En ese instante me doy cuenta de que estoy viendo a alguien que sobresale por
encima de todos, alguien que posee algo que lo convierte en especial para mí.
Recuerdo que pensé: "¿Es este el actor que hace de la víctima más
famosa de Alien: el octavo pasajero, del vendedor de varitas de Harry Potter, y
de secundario en alguna que otra película que ahora no recuerdo?" Desde
entonces John Hurt pasó a ser mucho más que eso. Se transformó en mi dios, tal
y como lo veía en Yo, Claudio. Pero dejemos eso para luego, empecemos
por el contexto.
LAS NOVELAS
Yo, Claudio es mi serie favorita, y he tardado siete años en volver a verla, así como en leer las novelas en las que se basa. Mi justificación es que por un lado y muy a mi pesar, solo repito películas debido a su corta duración en comparación con series, libros o videojuegos; y por el otro que soy tan lenta leyendo que me cuesta ponerme con un libro gordo. Sin embargo, y aunque ahora siga sin entender el éxito de Jack Pulman al transformar dos tomos de cuatrocientas páginas en trece capítulos de cincuenta minutos, al menos puedo admirar todavía más esta titánica labor. Dichas novelas se caracterizan por una profusa sucesión de eventos englobados en un amplio período de tiempo. Estos van desde poco antes de la proclamación de Augusto como emperador hasta la muerte de Claudio, el propio narrador de la historia, siendo así una obra de metaficción. El protagonista nos cuenta su vida y la de sus familiares porque sabe que el destino de todos se halla escrito en una profecía contra la que no se puede luchar. También cabe destacar la escasez de diálogos, al igual que la agilidad de la lectura gracias a la continua muestra de acontecimientos. Nos encontramos, pues, ante un texto que apenas se detiene en las conversaciones y que en la serie se convierte en diálogos que deben recitar los actores, algunos de los cuales contienen frases calcadas de la novela.
¿Es
necesario leer los libros para comprender del todo su adaptación? Mi respuesta
es que sí. Al menos es lo que me dicta mi experiencia. La primera vez que la
vi, aun después del incremento de mi interés por la aparición de Calígula,
sentía que me perdía muchas cosas al olvidarme del nombre de un personaje y no
identificarlo con su actor correspondiente, quien podía haber pasado de niño a
adulto o de adulto a anciano, siendo a veces irreconocible. Por supuesto, esto
también se aplica a las novelas, y es que hay que estar muy atento a los
personajes, especialmente a sus relaciones familiares. Algo similar
ocurría con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. La
diferencia es que esta no acaparó mi atención lo bastante como para gustarme o
siquiera para hacerme reír, llegando incluso a desesperarme. No descarto la
posibilidad de que Yo, Claudio provoque los mismos sentimientos en otras
personas, pero para mí tiene algo que desde luego no ha logrado jamás ningún
profesor de Latín: despertar mi amor por la Edad Antigua. Después de años y
años estudiando en clase el comportamiento y la historia de los romanos con la
mayor indiferencia, descubro esta serie y mi perspectiva cambia por completo.
LA SERIE
Así
como la fantasía en general despertó mi amor por la Edad Media, Yo, Claudio provocó
mi amor por la Edad Antigua. Pero conseguir semejante proeza no es lo único que
le debo. Si por algo destaca esta adaptación aparte de por su magnífico guion
es por ofrecer las interpretaciones más brillantes que he visto en mi vida.
Aquí debo aclarar, si no lo he hecho antes, que de todos los elementos que
componen el séptimo arte mi interés siempre ha recaído en la actuación. Yo,
Claudio regresa a los orígenes de la misma al ser casi una obra de teatro
con escenas largas sin música y actores británicos, los cuales considero los
mejores del mundo. No obstante, mi curiosidad por la interpretación se produjo
hace mucho tiempo cuando vi El padrino por primera vez, descubriendo así
a Marlon Brando, quien fue dotado de una habilidad innata para el trabajo que
más despreciaba. La naturalidad con que se desenvolvía este actor llamó mi
atención y me llevó a investigar sobre él y sobre la actuación del método. Por
lo tanto esta serie se sustenta gracias a los dos puntos fuertes ya mencionados,
a pesar de su carácter teatral y de su bajo presupuesto, aunque los decorados
interiores y el vestuario bastaron para transportarme a las intrigas palaciegas
de la Antigua Roma. Los fans estaréis conmigo en desear una remasterización en
alta calidad de imagen y sonido, pues se la ha ganado con creces.
Otra
prueba de que se trata de una adaptación única es el paso del tiempo a lo largo
de esos trece capítulos. En ellos el palacio empieza transmitiendo familiaridad
hasta que se transforma en un lugar hostil y plagado de conspiraciones según
aumenta la violencia y la locura de sus gobernantes. Sentimos la soledad y el
hastío de Claudio en su vejez, que está magistralmente interpretado con todos
sus tics y tartamudeos. Mención aparte para su actor de doblaje en español y
para el niño que lo imita en su primera aparición dentro de la historia. El
resto del reparto también resulta impresionante, y a algunos personajes como
Tiberio se le conceden escenas dramáticas con las que entenderlos mejor.
Augusto coincide con la descripción de niño grande que se hace de él en el
libro gracias a sus gestos y expresiones. Los personajes femeninos tienen mucho
peso, ya que provocan admiración y repulsión a partes iguales. La madre del
protagonista es una mujer fuerte e íntegra, pero odia y desprecia a su hijo por
sus defectos. Mesalina se nos presenta como una niña consentida que controla a
Claudio igual que Livia controlaba a Augusto, solo que esta última era más
inteligente y lo hacía, según ella, para mantener la paz en Roma. Tenía frases
tan memorables como la siguiente: "No hay nada en este mundo que se te
pueda ocurrir a ti que no se me haya ocurrido a mí antes. Esa ha sido la mayor
desgracia de mi vida".
EL
CALÍGULA DE ROBERT GRAVES
Este
análisis no sería posible sin la fascinación que me causó el personaje de
Calígula en la serie, del que he descubierto algunas diferencias con
respecto al de la novela. En esta última se nos muestra a un niño malcriado a
causa de haberse convertido en la mascota del ejército romano. Cuando su padre
le ordena a él y a su madre abandonar el campamento para protegerlos del
posible motín, los soldados prometen obedecer con la condición de que el niño
regrese. Así, Calígula se llevó el mérito de haber sofocado el levantamiento.
Esto en la adaptación solo se menciona porque no se muestran las campañas
militares. Pero la gran diferencia que he encontrado está en el miedo que
experimenta en el libro antes de ser emperador. Cuando la madre de Claudio va a
acusar a Calígula y a su hermana Drusila de incesto, este parece aterrorizado
ante la posibilidad de que Tiberio los sentencie a muerte, por lo que acude a
su tío para que interceda por él. Dicho temor no es infundado, pues el
emperador desea librarse de la madre y de los hermanos mayores de Calígula, que
se encuentra protegido gracias a la extraña relación que mantiene con Livia.
Tras la muerte de ella y hasta que Tiberio lo invita a ir con él a Capri,
existe un tiempo durante el cual cabe la posibilidad de que sufriera por la
incertidumbre de su destino, tal como apuntan los historiadores.
En lo
referente a su reinado, se habla mucho del despilfarro que Calígula lleva a
cabo de la abundante fortuna que amasó Tiberio, tanto para ganarse el favor del
ejército y del pueblo como para su propio disfrute. También vemos que su
divinidad no se hace pública nada más recuperarse de su convalecencia, sino que
este se conformó con permitir que la noticia circulase en privado y con ser
oficialmente un mortal hasta su casamiento con Cesonia. Aquí me atrevo a
especular sobre la causa de su creciente locura: esta parece una consecuencia
del miedo que lo acompaña toda su vida y que se incrementa tras su enfermedad,
haciéndolo consciente de que la muerte es algo con lo que deberá enfrentarse y
contra lo que él se rebela de formas inaceptables. Sé que es una interpretación
demasiado romántica.
EL
CALÍGULA DE JOHN HURT
La
ausencia de ese miedo en la serie es lo que volvió a Calígula tan irresistible
para mí. Solo que al principio no lo sabía. En el capítulo La
reina de los cielos nos lo presentan camelándose a Tiberio con unos dibujos
pornográficos, y más adelante lo vemos como a un depravado seductor que besa y
toca a su bisabuela Livia, de la que se burla en su lecho de muerte. Pero no es
hasta el siguiente episodio, El reinado del terror, que se convierte en
mi personaje favorito gracias a la escena a la que pertenece la imagen
superior. Es aquí, a diferencia de lo que nos cuenta la novela, donde
comprobamos que los sobornos que le ha hecho al emperador lo mantienen
tranquilo. Este conspira contra su familia aunque lo invita a ir con él a
Capri, y Calígula no solo accede, sino que la idea lo complace. La gente a su
alrededor tiembla, el mundo se derrumba, y mientras tanto él se come unos
melocotones y se ríe de las advertencias de su tío Claudio. Al final las cosas
le salen tal como esperaba y Tiberio lo nombra su sucesor. Sin embargo, es a
partir de ese momento cuando todo va cuesta abajo y el miedo hace acto de
presencia. En el siguiente capítulo, ¡Zeus, por Júpiter!, tiene lugar
una escena que no aparece en el libro y que es la más fuerte de la adaptación:
Calígula teme que su hijo sea más poderoso que él, así que le abre el vientre a
su hermana Drusila para comerse al feto en su recreación del nacimiento de
Atenea. En Salve: ¿Quién?, el último episodio en el que aparece y sin
duda mi preferido, lo vemos preocupado por una conjura contra él, la
cual se cumple con una muerte que sería digna de mejorar.
En la
novela se lo describe como un chico alto, pálido, de tez manchada y ojos hundidos.
En la serie empecé a fijarme en la singular piel de John Hurt a partir de
entonces, que es muy blanca y parece no tener vello. Exceptuando su ridícula
peluca de escasos rizos rubios, todo en él me resulta atractivo, incluyendo
su aspecto débil y quebradizo que tan bien le va al personaje, por no
mencionar que es el que menos ropa viste hasta llegar al extremo de la foto que
veis en portada. Su voz se caracteriza por una sonoridad aguda y cascada, nada
que ver con la de su actor de doblaje en esta ocasión, Manuel Cano, considerado
por muchos como la voz de galán por excelencia. Posee unos ojos pequeños,
rasgados y tristes con los que logra una expresividad que me deja sin aliento.
Cuando lo nombran emperador y justo antes de caer enfermo, recita un monólogo
con el que se luce declamando al más puro estilo shakespeariano con temblores,
gritos y lágrimas. John Hurt no es igual que mis otros dos actores favoritos:
Johnny Depp y Tom Cruise. No es oficialmente ningún icono sexual, pero es en lo
que se convirtió para mí, y no sabéis lo duro que resulta que solo aparezca en
cuatro capítulos, ni os hacéis una idea de la de veces que he soñado con que
rodaban una serie derivada de este personaje, cosa que ya es imposible por la
muerte del actor.
EL
HOMBRE SIN MIEDO
"Sí,
le amo. No sé explicar por qué. Sé que hace cosas horribles. ¿Sabes una cosa?
Él tiene más miedo que todos nosotros".
Existen
tres clases, grosso modo, en las que puedo englobar a mis personajes
favoritos. Por un lado están aquellos con los que me identifico (Jean Grey), por el otro a quienes considero mis
ángeles de la guarda (Jack Sparrow), y para finalizar los que me gustaría
ser (Calígula). Estos dos últimos se confunden entre sí, no obstante, la
diferencia consiste en que el deseo de emularlos, y por consiguiente de ser
otra persona, los convierte en los más atractivos de todos. Y es que no hay
nada tan atrayente como la libertad, y ninguna otra cosa libera tanto como la
ausencia de miedo. Ya he contado que Jack Sparrow es un personaje imposible, e
históricamente hablando es muy probable que este Calígula también. Pero si nos
centramos en la ficción vemos a un hombre que no teme por su vida ni por la de
sus familiares. Es un villano, y tal como dijo Jack una vez, quien cumple con
los requisitos del antihéroe al balancearse entre el bien y el mal, se guía por
un impulso egoísta. Al final sufre la caída del antagonista, aunque sin ella
opino que resultaría demasiado irreal y no ostentaría el puesto que le
corresponde.
Me
gustaría poder decir que yo me enamoro sin importar el aspecto, guiándome solo
por la personalidad, pero mentiría. La prueba está en que amaba a Randall Boggs
a pesar de ella. No sé qué me gustaba exactamente de él, de Gabumon, de Brooklyn, de Horrífido o de cualquier criatura
parlante, aunque he llegado a pensar que quizás es que carezco de prejuicios inamovibles.
No me importa la raza, el sexo, la edad, la especie o si se trata de un asesino
psicópata. Muchos pensaréis que es horrible que mis personajes favoritos sean
villanos, mas no olvidéis que la figura de Lord Byron fue demonizada por la
misma razón que se critican tantas cosas: para evitar su imitación. Y a veces
la propia prohibición solo exalta el deseo. Como decía Baudelaire: "La
voluptuosidad única y suprema del amor es la certeza de hacer el Mal".
Quiero aprovechar para contaros que la trilogía de fantasía que aún no he podido publicar tiene un
personaje que está inspirado en Calígula, y por lo tanto, dedicada a él. Si
esto no es amor, que baje Zeus y lo vea.
Me alegro de que al fin hayas hablado de Calígula en el blog, sé las ganas que tenías. Poco puedo añadir a lo dicho. La serie, a pesar de ser de 1976, me parece que ha envejecido bastante bien y sin duda es realmente asombrosa en cuanto a sus actuaciones y diálogos, solamente por el dúo Hurt-Jacobi se vuelve excelente.
ResponderEliminarEs cierto que tantas intrigas, líos y confabulaciones fraternales para arriba y abajo pueden ser un lío al principio, pero con un poco de atención se vuelve muy interesante enseguida y creo que eso siempre engancha a los espectadores.
El tiempo que dediqué a leer el libro, ver la serie de nuevo y escribir la entrada fue el mejor del año. Volver a cosas tan queridas para mí y por todo lo alto siempre me emociona. Me hace muy feliz que la hayas disfrutado y ojalá más gente la vaya descubriendo, pues merece la pena.
EliminarAh, y gracias otra vez por la imagen de la portada. Ya sabes que goza de un altar en mi casa, ja, ja, ja.